Juan Rodriguez, Ando Sataute, desde Salamanca, donde estudia Lenguas Clásicas
Estoy escribiendo ahora mismo con el objetivo de hablar del pueblo en que me hubiera gustado vivir. Tal vez alguno frunza el entrecejo al leer esta primera frase, pero sí, en esta vida también está permitido soñar. El escepticismo y la creencia de que las cosas no pueden cambiar no nos van a conducir a la felicidad.
El pueblo donde pasé mi infancia y el principio de mi adolescencia se llama Santa Brígida, un pueblo al noreste de Gran Canaria. Y aunque ahora escriba desde la distancia, sin embargo, Santa Brígida fue el punto cero donde empezó mi camino por la vida. La palabra –terruño- se resiste a ser escrita, aunque con ganas me quedo. Esos años fueron el despertar de mi conciencia, al sentirme un miembro más del pueblo. Pero el paso por Santa Brígida no fue siempre fácil, sino que, con más frecuencia de lo que me hubiera gustado, percibí que se interponían muchas barreras entre aquello que yo quería que el pueblo fuera y lo que realmente era.
Siempre sentí que había un desinterés generalizado por los intentos de cultura que brotaban en el pueblo y una indiferencia por la ciencia y todas las bellas artes por parte de aquellos que nos gobernaban.
Sin embargo, recuerdo de forma muy agradable mi paso por el grupo de teatro joven Abismo Teatro, que supuso una formación permanente y activa en el acto de compartir, pensar por uno mismo y trabajar en equipo. Abismo Teatro nos ayudó a desarrollar una genuina capacidad de reflexión y a entender el lenguaje como la herramienta por excelencia para comunicar ideas y emociones. Representamos obras como la Celestina de Fernando de Rojas, la Dama Duende de Calderón o Antígona de Anouilh, obras que transportan valores culturales universales y obtuvimos el premio Buero 2010 de Canarias. ¿Pero qué subvención recibimos?
No puedo dejar de mencionar al grupo Invasión Circense y su intento de difundir por el pueblo todo tipo de actividades relacionadas con el mundo del circo, como los malabares, el contact o el mimo. Invasión circense acercó la realidad del pueblo a la risa, la magia y la ilusión.
También, quiero señalar la gran labor educativa que llevó a cabo el Coro de Santa Brígida para acercar la música a todos los jóvenes, independientemente de su background. En esta línea, me gustaría aplaudir desde aquí la labor realizada por el Proyecto Barrios Orquestados, pues lleva la música de forma gratuita a niños y jóvenes que no tienen los recursos suficientes para garantizarse una formación musical.
De Juvenal nos llega la importancia de disponer de un espíritu equilibrado en un cuerpo equilibrado (Orandum est ut sit mens sana in corpore sano. Sátira X, 356), aunque para él dependieran ambos de la oración y actualmente sea al cuerpo al que se le ceda el protagonismo del equilibrio. Como hijo de mi tiempo, creo firmemente en la importancia del cuidado del cuerpo, al igual que nuestro antiguo alcalde, gracias al que contamos en el pueblo con un Centro Municipal de Deportes inmejorable (aunque no lo sea tanto la gestión del mismo), que le llevó a ser nombrado, al mismo tiempo que alcalde de Santa Brígida, Consejero de Deportes del Cabildo. Pero ¿y el espíritu, señor alcalde?
Me gustaría resaltar mi participación en el Movimiento 15-M de Santa Brígida y sus intentos por establecer cambios y concienciar a la gente de todo lo que se puede conseguir si nos implicamos en la vida del pueblo. Recuerdo como un hito cómo la plaza del pueblo se llenó en asamblea para debatir los asuntos del pueblo. En ese instante, se produjo una catarsis en mi: se había retomado la función originaria y primitiva de las plazas y me descubrí a mi mismo como ζῷον πολιτικόν (tsóon politicón), “animal político” y me sentí feliz .
Me gustaría haber vivido en un pueblo donde la biblioteca municipal hubiera sido un centro de referencia fundamental, tal como lo es la plaza, el centro médico o el colegio. Me hubiera gustado una biblioteca con unos buenos fondos seleccionados en valores universales, democráticos y sin más censura, que la de priorizar aquellas obras que son producto de una vida y no de un mercado.
Soy consciente de que se me escapan muchos otros elementos que harían de nuestro pueblo un lugar más habitable, pero no querría terminar sin señalar brevemente algo que considero igual de fundamental. Creo que en un pueblo lo más importante es el amor por la tierra (el medio ambiente). La naturaleza forma parte inherente del encanto de todos los pueblos. Es decir, el pueblo entendido como un núcleo de aire puro, donde poder “alejarse del mundanal ruido” con toda tranquilidad. Este compromiso es para mi fundamental y debe ser recogido de forma manifiesta por todos. También por los políticos, por supuesto, y creo que no se tuvo en cuenta este punto, ni ninguno de los que aquí menciono, al construir el famoso centro comercial, más conocido como “mamotreto”, un monstruo de cemento, al que, lamentablemente, nos hemos acostumbrado.
Entiendo que un pueblo debe ser un centro cultural en el que intercambiar ideas de forma libre y sin miedo, un centro donde la innovación y la tolerancia sean lo esencial. El pueblo que quiero no ha sido posible debido a las familias caciquiles, a un alcalde desaparecido, ignorante y codicioso, a un miedo arcaico a que las personas se ilustren por parte de los que ostentan el poder, a intereses de índole únicamente partidista con programas fáciles, etc. Pero bueno, sí, todavía podemos soñar.
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