Artículo seleccionado por Ando Sataute
Publicado por GOB el Mar, 07/07/2015 – 11:05
Tener que curar una herida en unas manos ajenas que hayan trabajado muy duro durante años, es todo una experiencia. Se detectan arrugas, líneas, callos. Observan antiguas heridas, ya cicatrizadas, y tintes que han penetrado por debajo de la epidermis. Los dedos de la gente que ha hecho mucho trabajo manual suelen ser poderosos y delatan las muchas veces que han tenido que cerrarse con fuerza sobre algún objeto. La vista detallada de unas manos laboriosas transmite una suma de vicisitudes, prósperas o adversas, que se intuyen o se deducen rápidamente.
Dicen que limpiar y cuidar las manos de alguna persona que haya trabajado mucho, es un buen ejercicio para los jóvenes que se han criado en un mundo relativamente regalado. Porque, en pocos minutos, se puede percibir que la vida no es igual para todos y que algunas personas han tenido que hacer muchos esfuerzos para salir adelante. Algunas escuelas de emprendedores empresariales lo recomiendan como sistema para entender la cultura del esfuerzo.
De un modo similar, la observación del entorno ofrece informaciones y sensaciones, que denotan las experiencias que pueden haber sucedido. Se detectan algunos hechos de origen natural, como los grandes bloques de piedra depositados arriba de algunas peñascos de litoral, que indican los enormes temporales que algún día se dieron. O se ven los fósiles de animales marinos en la piedra sedimentaria, que en algún momento resurgió del fondo del mar, empujada por las inmensas fuerzas orogénicas.
Pero también se pueden detectar a nuestro alrededor las diferentes heridas que la actividad humana ha causado en el planeta. Desde constatar la gran bajada en la densidad de aves que surcan el cielo del verano, hasta añorar las diversas fuentes que la excesiva explotación del acuífero de las últimas décadas ha secado. Desde notar la ausencia del canto de las ranas en algunos lugares urbanos, hasta ver cómo algunas plantas exóticas se esparcen por la naturaleza.
Estaría bien que algunos que reniegan de manera compulsiva del ecologismo, limpiaran las manos del planeta y curaran algunas heridas. Quizás haría el mismo efecto que decíamos antes y las cosas se podrían ver de otra manera. Cuando se participa activamente para recuperar ecosistemas degradados, para rehacer paisajes heridos, el panorama cambia y se comprende que hay algunas dinámicas que hay que intentar evitar en el futuro.
Ahora es un buen momento. El Papa, máximo representante de la iglesia católica, acaba de hacer una encíclica muy valiente y se posiciona claramente a favor de un cambio de rumbo en los temas ambientales. Reclama que los gobiernos (y el imaginario colectivo) dejen de estar sometidos a la economía financiera y que la lista de las cosas importantes sea reclasificada. Es un gesto que, más allá de las creencias de cada uno, puede tener una influencia considerable en algunos sectores tradicionalmente alejados de los postulados ambientalistas. Ojalá.
A un nivel más local, este hecho coincide también con un cambio de colores políticos, donde llegan al poder formaciones que han proclamado un compromiso mucho más alto en términos de sostenibilidad que el que se ha vivido hasta ahora, donde el discurso era precisamente que el medio ambiente frenaba la economía.
Y la crisis económica que todavía sufrimos también ofrece un contexto adecuado para buscar nuevas fórmulas que vayan en una línea más racional y con visión de futuro. Una economía que apueste más por servicios que para las infraestructuras, que busque rebajar de manera sustancial tanto la carga energética fósil de las actividades como el volumen de materiales (y de posteriores residuos) que necesitan. Que opte por fijar economía local y favorezca procesos productivos responsables.
Es hora de tomar decisiones considerando los efectos reales que se provocan, más allá de la irracionalidad patente de algunos dogmas económicos. Sin embargo, este modelo de progreso basado en el crecimiento permanente que se ha impuesto hace años, que nunca ha limpiado las manos de su entorno ambiental, nos conduce sin remedio a romper un sistema superior como es el funcionamiento planetario.
Extraído de: GOB Menorca
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