
Noé Rodríguez, desde Boston, donde investiga sobe el lupus en el Beth Israel Deaconess Medical Center, dependiente de la Universidad de Harvard
A decir verdad no suelo ser muy dado a escribir cartas. La idea me apasiona, y creo que es una forma muy personal de comunicarse, llena de romanticismo, especialmente para los que estamos en la distancia. Quizá algo anticuada, pero aun así, irremplazable. Tengo que agradecer que, fuera de lo frívolo y de lo impersonal que puedan ser a veces, la electrónica e internet me permiten comunicarme con aquellos que quiero. No tienen el peso de una carta, y para ser sinceros, recibir un email o un mensaje de texto no hace tanta ilusión como recibir una carta en tu buzón, pero gracias a ello, de nuevo, puedo sentirme cerca de casa. Suena algo cursi, pero al hilo de esto, se podría decir que creo que Santa Brígida es un pueblo que ha de caminar hacia lo nuevo, pero que a la par no debería perder sus cartas: su tradición, su romanticismo y su identidad.
Aunque Santa Brígida es aun mi pueblo, hace ya once años que no vivo allí. A decir verdad, nunca viví físicamente en Santa Brígida, pues la casa de mis padres se encuentra ya dentro del municipio de San Mateo. Sin embargo, si “crecí” y “viví” en el pueblo. Tras acabar el instituto, decidí, como muchos otros, migrar a Madrid para ir a la Universidad, y hace cuatro años, volé aún más lejos, hasta donde me encuentro ahora, Boston, en Estados Unidos, para continuar mi carrera y trabajar en mi doctorado. 


Y en breve, creo que México se convertirá en mi casa por una temporada. Boston es una ciudad increíble y no podría estar más feliz de encontrarme aquí. Llena de vida, ciencia y… frio. Mucho frio. Afortunadamente, ya llego la primavera y uno se anima con el buen tiempo. Madrid, qué decir de ella: es Madrid. Todo el mundo se enamora de Madrid: su bullicio, su “no parar”, su cultura…
Pero Santa Brígida sigue siendo mi pueblo. En el crecí, conocí a muchos de los que son mis mejores amigos, aprendí, y me forme como persona.
Estoy donde estoy porque me encontré con mucha gente que me apoyo y muchos de ellos viven o trabajan en el pueblo. Desde mis profesores en el Juan del Rio Ayala, hasta aquellos otros en el instituto de los Olivos, pasando por Maru y su tienda, Chicha y Sonia en el Herbolario de la calle Tenderete, o las deliciosas pizzas de Cachitos. Y, claro está, mis amigos y sus familias.
Mi vida transcurrió en el pueblo, y puedo decir que si bien no tome parte en muchas iniciativas, Santa Brígida siempre fue un pueblo vivo y lleno de opciones. Mis padres solían tener un puesto en el Mercadillo de Santa Brígida, y más adelante también se encargaron de la tienda
de artesanía/cafetería que se encontraba en El Guiniguada, en la Finca El Galeón, conocido como El Alpendre. Mi hermana creció yendo los fines de semana a reunirse con sus amigos Scouts, disfrutando, y más adelante, también planeando muchas de sus actividades. Y en mi caso, sencillamente yendo a algunas actividades, ayudando en el Mercadillo, yendo al polideportivo a practicar Karate, dando paseos por la Villa con mis amigos y cenando en alguno de los escondites culinarios del pueblo.
A decir verdad, todos mis recuerdos sobre Santa Brígida son buenos. Especialmente porque están formados por personas increíbles. Personas que se preocupan por los demás y que quieren cuidar su entorno y mejorarlo. Sin embargo, sí que hay recuerdos no tan gratos. Un colegio, en aquel entonces no muy abierto a la diversidad. Un Ayuntamiento sordo a las solicitudes de los que hacían y hacen posible que el Mercadillo cobre vida cada fin de semana, atrayendo a tanta gente. Un gobierno que, fuera de la ley y sin pensar realmente en las necesidades del pueblo y sus habitantes, construye un pseudo-centro comercial que no es capaz de acabar. Generalmente, recuerdos no tan buenos asociados con que aquellos que deberían encargarse del pueblo, no lo hacían y tampoco facilitaban que los satauteños pudiesen mejorarlo. Quizá se deba en parte a la tan famosa “Crisis”, a que como indica el dicho “Todo tiempo pasado fue mejor”, o a que no puedo pasar mucho tiempo en Santa Brígida cuando voy de visita, pero si he notado que el pueblo se ha adormecido y no ha desarrollado todo su potencial.
Por ello creo que el pueblo, mi pueblo, necesita que la voz de esa gente sea escuchada y sus ideas se lleven a cabo. Progresar no significa construir nuestro tan “amado” Mamotreto, que ensucia la vista cada vez que regreso al pueblo. Progresar es mejorar la calidad de la vida de la gente, manteniendo su identidad pero creciendo y cambiando para mejor. Cultura, infraestructuras, educación, participación ciudadana.
Me gustaría que dentro de 20 años, y que diablos, dentro de un año, cuando regrese para visitar la que siempre será mi casa, pueda ir a comprar algo al supermercado de la esquina y pensar cuan estupendo es Santa Brígida. Ver niños jugando en los parques. Que haya más zonas verdes en el casco. Ver la biblioteca llena y encontrar tesoros entre sus libros. Poder encontrar variedad de restaurantes; comida y productos locales y exóticos…. Seguiré yendo a Las Palmas para ver una película en el cine, ir a Las Canteras o comprar algo muy exclusivo en el Corte Ingles. Pero me encantaría llamar a mis amigos y decirles que “se bajen” (o “se suban”) al pueblo, que hay un concierto muy “chingón” (voy a ir practicando vocabulario mexicano), una cata en la Casa Museo del Vino acompañada de sabrosa repostería, o a ver el partido de futbol mientras nos ponemos al día de nuestras vidas. Me gustaría que además de disfrutar de Tejeda o Maspalomas, cuando llevo amigos de fuera de Canarias, decirles que podemos ir de senderismo por el barranco de Santa Brígida o ver una comedia en un teatro pequeño pero con encanto. Que haya más transporte público o senderos para bicicleta, para poder moverme por todos los rincones del municipio. Admirar arte callejero o ver un atardecer con una fresquita bebida en el casco antiguo… Quizá sea mucho soñar, y como siempre, es más fácil hablar que actuar, más aun cuando se esta tan lejos. Pero sé que mucho de esto se puede hacer y que la gente que vive ahora en el municipio tiene estas o mejores ideas y ganas de llevarlas a cabo. Así que es posible.
Ya me irán ustedes contando.
Y como al final de toda carta, aunque suene algo cursi o “cheesy” como dicen aquí, les mando un abrazo.
Hasta la próxima,
N
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