Efectivamente, las personas se desplazan buscando nuevas oportunidades económicas, pero también lo hacen para reunirse con sus familiares, para estudiar e, incluso, por amor. Otras muchas se van de su tierra huyendo de conflictos, violaciones o abusos de los derechos humanos. Y cada vez más lo hacen por desequilibrios medioambientales o desastres naturales. En algunas rutas migratorias se producen también múltiples violaciones de los derechos humanos, en travesías que, en algunos casos, pueden durar meses e incluso años.
Entre las personas que migran hay un elevado número de menores. Estas pueden iniciar esta aventura acompañadas o en solitario. Estas últimos son las más vulnerables y se enfrentan a situaciones muy complejas para tener una edad tan temprana, pues pasan de su entorno común a un nuevo contexto donde no conocen a nadie, ni siquiera el idioma.
Sin embargo, el concepto MENA (Menores Extranjeros No Acompañados) está tomando una connotación negativa que deshumaniza a las y los menores. Los MENAS son niñas, niños y adolescentes menores de 18 años, que llegan a este país sin la tutela de una persona adulta. El término surge en el ámbito jurídico como una noción neutra, pero se va deformando por en el uso en medios de comunicación o en el discurso político.
No es nuevo que se responsabilice a los grupos en situación de mayor vulnerabilidad de los problemas sociales, pero como señala Amnistía Internacional (amnesty.org) es preciso recordar la importancia de brindar especial protección a las y los menores de edad. Esta ONG llama la atención sobre cuatro bulos fáciles y recurrentes sobre las y los menores no acompañados.
Primer bulo: No quieren trabajar.
La edad media de emancipación en España es de 30 años pero, sin embargo, a estos adolescentes se les pide que sean personas completamente autónomas a una edad en la que la inmensa mayoría de jóvenes no lo son. Precisamente una de las principales preocupaciones de las y los menores está relacionada con su futuro laboral, ya que al cumplir la mayoría de edad pasan, de estar tutelados por el Estado, a una emancipación forzada, sin medidas efectivas que garanticen su integración en el mundo laboral. Ser menor en un país extranjero, estando sola, ya es bastante difícil, pero estos jóvenes deben enfrentarse, además, a un sistema que no se lo pone fácil.
Segundo bulo: Son una carga económica para el Estado
El Estado tiene la obligación legal de respetar, proteger y garantizar los derechos de todos los niños, niñas y adolescentes, aplicando el principio de no discriminación. Según los últimos datos de UNICEF, España realiza una inversión en familia e infancia muy por debajo de la media de la Unión Europea, tan solo un 1,3% del PIB, a pesar de tener una tasa de pobreza infantil del 27,4%. El dinero destinado específicamente a menores no acompañados representa una cantidad aproximada del 0,002% del PIB español.
Tercer bulo: Más de la mitad no son menores
El Comité de Derechos del Niño de la ONU ha condenado a España hasta en 14 ocasiones por someter a los niños y niñas a pruebas de determinación de edad que no se ajustan al Convenio de los Derechos del Niño que el Estado español está obligado a cumplir. Muchos de estos niños y niñas han sido tratados como mayores de edad, con todas las implicaciones que tiene la falta de protección y aplicación de la Ley de Extranjería a personas que realmente lo son. Aún con las irregularidades denunciadas sobre las pruebas de determinación de edad, según la memoria de la Fiscalía General del Estado, presentada en 2019, prevalecen los resultados de minoría de edad.
Cuarto bulo: Con ellos aumenta la delincuencia
Las estadísticas oficiales muestran que no existe una relación directa entre el aumento de niñas, niños y adolescentes migrantes solos y el índice de delincuencia. Además, las estadísticas oficiales disponibles solo proporcionan datos de menores extranjeros, sin distinguir a los que vienen acompañados de los que no, por lo que resulta complicado realizar afirmaciones que vinculen «menas» y delincuencia.
Si uno de estos menores presentara alguna conducta disruptiva, no hay por qué responsabilizar de ello a todo este grupo poblacional. Estos menores viven, piensan y actúan como cualquier otro adolescente. Con el añadido de estar viviendo el shock del tránsito migratorio, digiriendo el abandono de su hogar y enfrentándose a un presente y un futuro inciertos en una sociedad que no conocen.
Concluyendo, no, los MENAS no son una amenaza, y no olvidemos que todo ser humano en dificultades, y particularmente estos menores, merecen respeto, comprensión y apoyo.